martes, 14 de noviembre de 2017

La primera “pastilla digital”, para personas diagnosticadas con esquizofrenia.

He visto este artículo en The New York Times y me suena fatal. Unas pastillas, utilizadas en personas diagnosticadas de esquizofrenia, que emiten señales para que los médicos y familiares puedan comprobar si las has tomado o no. ¿El Big Brother de George Orwell vigilándote desde dentro de tu propio cuerpo?


Al parecer, la agencia de medicamentos norteamericana, Food and Drug Administration (FDA), ha aprobado la primera pastilla digital.

Esta pastilla tiene "embebido" un componente que actúa como "sensor", y transmite una señal a un dispositivo que se coloca en la superficie del tórax de la persona que toma la medicación. A su vez este dispositivo transmite la información a un teléfono móvil a través de Bluetooth y desde ahí, mediante una app, se comunica a las personas autorizadas por el usuario: los médicos y hasta otras cuatro personas (familiares u otros). De esa forma se puede comprobar si la persona toma la pastilla, día y hora de la ingesta, y monitorizar así la adherencia al tratamiento.

El usuario tiene que aceptar voluntariamente este dispositivo, mediante la firma de un consentimiento.

Pero lo llamativo es que la primera pastilla donde se prueba es en un medicamento prescrito en personas con diagnóstico de esquizofrenia o de trastorno bipolar.

Se trata de Aripiprazol, que se comercializa como Alibify y otros nombres genéricos.

La compañía Otsuka Pharma habría conseguido la exclusividad para embeber el sensor fabricado por Proteus Digital Health y comercializaría el "nuevo" medicamento como Alibify MyCite. Previsiblemente a un precio más alto que Alibify y los genéricos de aripiprazol.

Partidarios de esta pastilla digital dicen que es para mejorar la "adherencia" al tratamiento. Argumentan que la persona tiene que dar su consentimiento por escrito, y que en cualquier momento puede bloquear el acceso de cualquiera de las personas autorizadas a monitorizarle.

Sin embargo, esta nueva forma de vigilancia a través de la ingesta de un sensor embebido en una pastilla suscita dudas éticas que habría que plantear. Especialmente en personas diagnosticadas de esquizofrenia.

Por un lado, la voluntariedad al aceptar, y capacidad de suspender el seguimiento por parte de la persona que toma el medicamento. ¿No puede ser una forma de ejercer coerción sobre la persona diagnosticada, en una situación de relativa vulnerabilidad?

Por otro lado, la pérdida de privacidad.

En tercer lugar, la inconveniencia de usar precisamente esta forma de fomentar la adherencia al tratamiento en personas que pueden tener percepciones alteradas, usando unas pastillas que emiten señales desde el propio cuerpo, y van a médicos y familiares, que monitorizan desde fuera el comportamiento del usuario. No me parece prudente.

Creo que el tema merece una reflexión y una valoración por personas afectadas, familiares y profesionales. 


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